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domingo, 8 de septiembre de 2013

Desayuno para dos

Me he despertado en su casa con el olor del café. Había preparado un buen desayuno, mucho mas de lo que tomo habitualmente a estas horas. Me gustan estas mañana perezosas de los domingos donde el lunes esta aún  lejos y la agitación  del sábado queda como un agradable recuerdo en nuestra cabeza.

 


Me llevó   a un restaurante japonés, no es una coincidencia, sabia que me gustan y además quería provocar una situación lo mas parecida posible a la de mi primera cita con un cliente (descrita en los post primera cita y suite 204) Había elegido la misma ropa pero al final decidí cambiar, un vestido rojo y tacones extremos no era lo mas apropiado para salir a cenar con un chico la primera noche). Escogí algo mas informal, mini vaquera de Armani Jeans, divertida de H&M, sandalias de tacón muy alto de Farrutx, azules y bolso de CH. La ropa interior la seleccione con cuidado entre las compras que había hecho en La Perla, quería que si llegaba a desnudarme se llevase un buen premio.

 
 
Estaba algo nervioso, llevaba algún tiempo queriendo que quedásemos y conseguirlo le daba cierta inseguridad. Le deje toda la iniciativa yo colaboraba pero no hacia esfuerzos, dejaba que él llevase el peso de la conversación, la fluidez de la noche. Quería experimentar la sensación del cliente cuando la escort se esfuerza en mantener esa fluidez, aprender a hacerlo. Seguramente me había pasado en citas anteriores con otros chicos pero no me había fijado en los detalles, las sutilezas, la forma de esconder los nervios. Seguí sus iniciativas, colaboré, pero me mantuve siempre en una cierta distancia.

Fuimos a tomar una copa, al sentarme en el coche la falda se subió mas de la cuenta pero no lo corregí. El trataba de mirarme a la cara cuando me hablaba pero la mirada se le iba a mis piernas, no hice nada y le dejé intentando controlar sus ojos.

Tenia curiosidad por ver donde intentaría el primer beso y lo hizo en el bar en un momento en el que por la aglomeración de gente nuestras caras estaban muy juntas. Le deje, fue un beso rápido en mis labios, le sonríe y eso estableció ya la complicidad para toda la noche.     

Como había supuesto, la ropa interior de La Perla le entusiasmo, se lo note aunque no dijo nada. Ahora, mientras me la quitaba, yo estaba tumbada boca arriba en su cama y le dejaba hacer. Cerré los ojos y le sentí recorrer mi cuerpo. Me vinieron a la cabeza las imágenes de mi cuerpo bajo el del cliente, pasaron rápido.

 


He vuelto a casa sola aunque ha insistido en traerme. Me sentía muy bien, me había mimado toda la noche, el encuentro sexual había tenido la mezcla de pasión y dulzura adecuadas y me sentía valorada. Solo quedaba un cierto remordimiento en mi cabeza y la sensación de haberlo utilizado, de no haber sido sincera, de haber fingido algo en la cama (aunque lo pase bien), de tomarlo como un entrenamiento para lo que ya era mi nueva profesión de escort




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