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lunes, 16 de septiembre de 2013

Objeto

Tenía razón Ana cuando me decía que al principio tendría  muchas solicitudes, sobre todo de los clientes habituales de la agencia. Después de la noche rusa, descrita en el post Nasdrovia, aún sin haberme recuperado de sus efectos, Ana me llamaba para planificar la semana, tenia citas casi todos los días. Era una semana también bastante ocupada en mi trabajo como decoradora ya que estoy colaborando en el diseño de un nuevo restaurante en Madrid y traté de hacer una selección de las citas, pero Ana me insistió y me dijo que para ellos era importante atender a sus clientes habituales. Lo pensé bien y si había decidido iniciar este camino era para algo y no quería quedar mal con Ana, así que acepté la agenda que me proponía, seis citas desde el martes al sábado dos de ellas con noche completa.

Esta mañana de domingo he llegado a casa a mediodía después de pasar la noche con el cliente. Me he despertado sola en el hotel, él se marchaba muy pronto al aeropuerto y yo he seguido durmiendo. Entre sueños me venían los recuerdos de una semana que había pasado muy rápido.

                                                              Amanecer en su hotel

Mis dudas al seleccionar la ropa para cada encuentro, ropa siempre muy femenina, insinuante pero sin concesiones explicitas. Los nervios al vestirme.

                                                         Mis labios pintados para la cita

 El viaje en el taxi hasta el hotel donde me pregunto qué hago yo aquí. Las ganas de escapar momentos antes de llamar a la puerta de la habitación. Mi sonrisa cuando se abre esa puerta -" hola soy Laura"-. La mirada de un extraño que examina velozmente mi cuerpo, mis piernas, mi pecho, mi rostro. Un vistazo rápido y descarado para tener una primera impresión de si el objeto que ha comprado le gusta. Mi espera esos instantes, dejándome examinar y tratando de trasmitir que ese objeto no le decepcionará -"pasa"-  Y llega la aprobación con una sonrisa y el gesto que me invita a entrar en la habitación. Cruzo el umbral de esa puerta con nervios, miedo y timidez pero dispuesta a complacer.

 



Cenas que tratan de ser románticas, donde ellos buscan seducirme. Me intereso en esas charlas (en algunos casos sin esfuerzo), pregunto, me sorprendo, sonrío. Desde otras mesas hombres de negocios nos miran, la diferencia de edad atrae la curiosidad. No presto atención a esas miradas y me concentro en mi pareja que me exhibe orgulloso ante todos mientras recorro el restaurante delante de él camino de la puerta una vez finalizada la cena. Escena que se repite casi de forma clónica en cada cita.

No suele haber prisa en usar el objeto comprado por lo que la exhibición suele seguir en algún local de moda, donde otros ejecutivos también acuden con su adquisición de ese día.

Algo mas tarde, en esa habitación de hotel donde nos hemos conocido unas horas antes, la princesa de la cena se convierte en la puta, me lo hacen sentir con mas o menos delicadeza. Lo se y entrego mi cuerpo a los caprichos de quien lo ha alquilado mientras concentro mi mente en un objetivo......complacer.

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